Día de los enamorado, 14 de febrero.
La palabra febrero procede del latín februa con la que se designaban unas correas de piel de cabra utilizadas en la antigua Roma en determinados rituales de purificación, por tanto febrero sería el mes de las purificaciones.
En la antigua Roma, a mediados de febrero, se celebraban las Lupercales en honor de Luperco (dios de la fertilidad y de la agricultura) y de Juno Februata (diosa de las mujeres y del matrimonio). En las lupercales, los sacerdotes (luperci) recorrían la ciudad golpeando a los viandantes, especialmente a las mujeres, con februas, en un rito de purificación que garantizaba la fertilidad y facilitaba el parto. El 14 de febrero, fiesta de Juno Februata, tenía lugar un curioso ritual de emparejamiento: los jóvenes romanos sacaban de una jarra un papel con el nombre de la muchacha que sería su pareja durante estas fiestas. Estas celebraciones tenían un marcado componente sexual.
Posteriormente la Iglesia cristianizará estas fiestas dedicando el 14 de febrero a San Valentín, sacerdote cristiano que vivió en el siglo III, en tiempos del emperador Claudio II. El emperador había prohibido casarse a los soldados al considerar que estos, libres de ataduras familiares, lucharían con más valor. Valentín, desobedeciendo esta orden, casaba en secreto a los jóvenes enamorados lo que le supondría la prisión, el martirio y más tarde convertirse en el patrono de los enamorados.
En España el Día de los Enamorados, San Valentín no tiene una tradición tan arraigada como en Estados Unidos u otros países y para muchos es una fiesta de marcado carácter comercial.
Si bien la costumbre de intercambiar regalos el día de San Valentín existía ya en Gran Bretaña y Francia en la Edad Media, fue Esther A. Howland (1828-1904) quien ideó las tarjetas decoradas con motivos románticos. Estas postales empezaron a venderse por unos centavos en la librería de su padre en Worcester (Massachusetts).