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Salamanca, magia y leyendas

Un año más las calles de Salamanca vuelven a llenarse de estudiantes de todas las edades y nacionalidades deseosos de empaparse de nuestra lengua y cultura. Algunos han soñado con este viaje durante mucho tiempo tras oír las fantásticas anécdotas vividas por amigos y compañeros en la ciudad. Otros, son fieles visitantes, casi salmantinos de adopción, que repiten la experiencia en cuanto se les presenta la ocasión.

Nadie duda de que Salamanca, ciudad universitaria por excelencia, es una de las más bellas y acogedoras de España. El ambiente joven y alegre que se respira en la ciudad, unido a la rica tradición cultural y artística, es muy difícil de encontrar en ningún otro lugar del mundo. Pasar una temporada aprendiendo español en Salamanca deja una huella que permanece en el corazón del estudiante el resto de su vida.

A pesar de que muchas personas han tenido la fortuna pasear por las calles Salamanca y descubrir los encantadores rincones que la ciudad posee, no todos conocen algunas leyendas, enigmas y curiosidades que atesora la ciudad, empezando por el propio topónimo de Salamanca, que continúa siendo un misterio de origen incierto.

Dos Catedrales, un terremoto y una tradición

Solamente seis ciudades en España tienen el privilegio de contar con dos catedrales: Vitoria, Zaragoza, Lérida, Cádiz, Plasencia, y, por supuesto, Salamanca: la Catedral de Santa María o Catedral Vieja (construida entre los siglos XII y XIV) de estilo románico y gótico, y la Catedral de la Asunción de la Virgen, la Catedral Nueva (construida entre los siglos XVI y XVIII), mezcla de los estilos gótico tardío, renacentista y barroco.

El terrible terremoto que asoló Lisboa en 1755 y cuyos efectos se dejaron sentir en Salamanca dio origen a una de las tradiciones más populares en la actualidad: El Mariquelo. Cuando la tierra empezó a temblar, la gente corrió a refugiarse a la Catedral que, afortunadamente, se mantuvo en pie, así que no hubo que lamentar víctimas. A partir de ese momento, las autoridades religiosas, decidieron, que cada año, una persona subiera a lo alto del templo a tocar las campanas para darle gracias a Dios y, de paso, comprobar el estado y la inclinación de la

 

torre, que había sufrido algunos daños durante el terremoto.

Los Mariquelos, apodo de la familia que vivía en la Catedral y que se ocupaba de tocar las campanas, fueron los encargados de hacerlo desde el 31 de octubre de cada año hasta 1976, cuando Fabián Mesonero Plaza se convirtió en el último miembro de la familia en subir. Unos años más tarde, en 1985, el salmantino Ángel Rufino de Haro decidió retomar la tradición y dar a la subida un toque folklórico: vestido de charro (traje típico de Salamanca) con la gaita y el tamboril, asciende a la torre y una vez arriba, toca una charrada (música tradicional salmantina), da gracias a Dios y pide por la paz en el mundo.

 

Una cueva, siete estudiantes y el diablo

Una de las leyendas más espeluznantes de la ciudad y fuente de inspiración de numerosos escritores, incluido Cervantes, es la de la Cueva de Salamanca, que formaba parte de la hoy desaparecida iglesia de San Cebrián, levantada en el siglo XII y desaparecida en el siglo XVI.

Cuenta la leyenda que en este lugar y a la luz de una vela, el diablo impartía sus clases de magia negra, a siete estudiantes, durante siete años seguidos pervirtiendo las inocentes almas de los alumnos. A cambio, uno de ellos elegido al azar debía pagar las lecciones si no quería quedarse para siempre en la cueva al servicio de Satanás.

Se dice que fue Enrique de Aragón (1384-1434), Marqués de Villena, el estudiante a quien le tocó pagar a tan terrible maestro y, como no  pudo  cumplir con la deuda, quedó preso en la cueva. El marqués de Villena se escondió entonces en una tinaja y esperó su oportunidad para escapar. El diablo en venganza le robó la sombra, marca de sus adeptos.

En la actualidad, durante el periodo estival, en el marco incomparable de la Cueva de Salamanca se celebran espectáculos de luz y sonido, conciertos de música de cámara y representaciones teatrales ofrecidos por el Ayuntamiento.

Amores, tesoros ocultos y libros

En torno a este emblemático palacio, Casa de las Conchas, en pleno casco histórico cuyo origen se remonta al siglo XV, se cuentan algunas leyendas que tratan de explicar el origen de las más de 300 conchas de piedra que adornan su fachada. Una de ellas dice que son una muestra del profundo amor que Rodrigo Arias Maldonado, el propietario del palacio, profesaba a su esposa Juana Pimentel ya que las cochas eran el símbolo nobiliario de su familia.

Otra de las leyendas cuenta que debajo de una de las conchas se esconde un tesoro: las joyas de la familia. Según dicen, los propietarios del palacio, después de esconder las joyas, dejaron un documento que además de recoger el valor del tesoro, ofrece la oportunidad a cualquier curioso de encontrarlas. Pero, antes de emprender la búsqueda hay que pagar una fianza igual al valor de las joyas. Al afortunado que las encuentre, se le devolverá la fianza y podrá quedarse con ellas.

Pero la historia que parece más probable es la que habla de una moneda de oro escondida detrás de una de las conchas, ya que era una práctica común en la época para atraer fortuna a la familia. Quizá, los libros que en la actualidad alberga la biblioteca municipal Casa de las Conchas sea el tesorero oculto tras las conchas del que tanto se ha hablado.

Una casa, cuatro calaveras y varios crímenes

Muchos misterios rodean a un edificio, cuyo nombre pone los pelos de punta a cualquiera: la Casa de las Muertes. Este nombre probablemente se deba a que tiene cuatro calaveras esculpidas en la parte inferior de las dos ventanas de la planta más alta. Otra posibilidad es que en 1753 la calle en la que está situada se llamara la calle de las Muertes porque era un callejón oscuro donde había gran cantidad peleas, que, suponemos, no acababan con un apretón de manos.

También hay quien cuenta que al iniciarse su construcción se encontraron cuatro cadáveres en los cimientos, que podrían ser los de los hermanos Manzano decapitados por doña María la Brava en venganza por el asesinato de sus dos hijos a manos de los Manzano tras una disputa. Otros hablan de una historia de amor, intrigas y venganzas entre un tal Don Diego y Doña Mencía, que acaba con la vida de la mujer y sus tres amantes. A causa de estos sucesos la casa quedó deshabitada por algún tiempo hasta que volvió a ser habitada a finales del siglo XIX.

En la actualidad, la calle Bordadores, en la que está situada la Casa de las Muertes, es una de las más concurridas de la ciudad tanto de día como de noche. Además de ser una agradable zona de terrazas, en ella están ubicados algunos de los bares de copas más conocidos.

Un milagro, un pozo y un niño

La calle del Pozo Amarillo, muy cerca del Mercado Central, es uno de los lugares de los que se cuenta uno de los milagros más conocidos que rodean al patrón de nuestra ciudad, San Juan de Sahagún, que se celebra el 11 de junio.

Se dice que un día, a mediados del siglo XV, el santo fue avisado por la madre de un niño que había caído a un profundo pozo. San Juan de Sahagún, para rescatarlo, lanzó su cíngulo (cordón con una borla en cada extremo que los sacerdotes católicos se colocan alrededor de la cintura), pero como no llegó hasta donde el niño pudiera agarrarlo, el santo hizo subir el nivel del agua salvando así al niño de una muerte segura. Una pequeña escultura en la calle Pozo Amarillo recuerda el milagro del “Niño caído al Pozo.”

En realidad, no se sabe con exactitud de dónde proviene el nombre de la calle Pozo Amarillo. Durante unas obras de pavimentación en 1991, se encontraron dos pozos que proporcionaban el agua a las personas de la zona. El primero, sellado en 1860, es el que corresponde al milagro; el segundo, más cercano a la plaza del Mercado es el que se cree que dio el nombre a la calle hace ocho siglos, ya su agua era de color ocre.

Estamos rodeados de lugares con encanto, magia y misterios con los que convivimos día a día. ¿Y tú conoces alguna historia o leyenda interesante que nos puedas contar?